Hari


 27 de enero de 2014


Una fotografía, una búsqueda en el google, una postal...Un yo estuve allí... ¿sí? Vuelvo a un tema del que escribí en noviembe del año precisamente pasado. Cuánto hay de realidad y cuánto de invención en un recuerdo. Según nuestra percepción presente, las cosas del pasado cambian. Muchas veces las adornamos según lo que estamos viviendo en nuestra circunstancia actual, manipulamos pues desde nuestra visión de quién -creemos que- somos ahora. Más aún, otras veces directamente hemos olvidado ese instante pasado y lo que hacemos es recrearlo en un deseo último, y yo diría esforzado, de confirmarnos en nuestro devenir en el tiempo, de buscarle un sentido ficticio así a nuestro guión de vida. Otras veces, en cambio, olvidamos. Simplemente, desaparece. Entonces solo nos queda la sensación, el gusto calmo y reparador de un sueño que no recordamos.




Hari, de nuevo, una y otra vez.


Es díficil olvidar cuando realmente eso significa dejar pasar. Recuerdo precisamente en este sentido el viaje de Kris Kelvin al planeta Solaris, según la película de Andréi Tarkovski. El cosmonauta Kelvin llega a una estación espacial en un planeta remoto, muy lejos de casa, para realizar una investigación sobre las posibilidades de existencia de vida en ese lugar. Pasa mucho tiempo solo, apenas ve a los dos compañeros que comparten con él investigación y alojamiento en la inmensa estación. En su aislamiento, en un cierto momento, empieza a recibir la "visita" de Hari, su antigua mujer, podemos decir, con todo lo que puede conllevar la siguiente frase, tal y como la recordaba desde la última vez que la vio. Kelvin puede de nuevo tocar, besar, abrazarla, cuidarla...también malentenderla, golpearla, incluso matarla. De hecho, acaba con ella, lo cual no evita que al poco tiempo vuelva a aparecer como si nada. Fantasma surgido de los sueños y de la obsesión de reparar de alguna manera su historia, Kelvin se encuentra ahí atrapado en un círculo del que no ve el modo de salir. Mientras, fuera de la estación, en el mundo extraterrestre en el que le toca vivir, Kelvin se está perdiendo el devenir de la nueva vida. Quizá...

¿Qué es esto de Hari? ¿Esa imagen que no se ve, pero que está en la cabeza, ese recuerdo que no hace sino debilitar a Kelvin? En Solaris, que a eso vamos, esto de la memoria se me plantea como una recreación, por qué no un implante -lo cual me recuerda al test emocional Voight-Kampff de Blade Runner, me extenderé en otra si surge sobre esto-, aunque ese implante lo hacemos desde el presente nosotros mismos, complicándolo o aliñándolo con nuestros bloqueos del momento actual. Cómo queremos recordar más que a algo a alguien, cómo lo hacemos para pretender olvidar y curiosamente no se olvida.

Oliver Sacks habla en sus libros en general con mucha ternura e interés sobre la condición humana, su complejidad y sus diferencias, y cómo éstas plantean en realidad oportunidades para conocernos mejor antes que problemas a reparar. En uno de ellos, y ya que estamos interplanetarios, Un antropólogo en Marte, al hilo del relato del caso clínico de Franco Magnani, el artista que recreaba siempre su pueblo natal Pontito en sus pinturas, reflexiona Sacks sobre estos temas del olvido y el recuerdo:

Se puede nacer con el talento de una memoria prodigiosa, pero no con una predisposición a recordar; se recuerda sólo tras los cambios y separaciones de la vida: separaciones de gentes, de lugares, de sucesos y situaciones, especialmente si han sido de gran importancia, si han sido profundamente amados u odiados. De este modo, lo que pretendemos es tender un puente, reconciliar o integrar las discontinuidades de la vida, mediante el recuerdo, y más allá de esto, mediante el mito y el arte. La discontinuidad y la nostalgia son particularmente profundas si, al crecer, abandonamos o perdemos el lugar donde nacimos o pasamos nuestra infancia, si nos convertimos en expatriados o exiliados, si el lugar o la vida en que fuimos criados ha cambiado hasta quedar irreconocible o destruido. Todos, en definitiva, somos exiliados del pasado.

Me gusta la imagen de exiliados del pasado. Es como la expulsión del paraíso. La sensación de que desde entonces se nos debe algo.



Un playa en Portugal donde estuve. Al menos, una foto de ella.


Los días pasan y, si uno va adquiriendo, con paciencia, sin forzar, la habilidad de tocar y soltar, poco a poco vas dejando pasar. Los recuerdos, los lugares y personas que en ellos aparecen, si no son tal y como los recordamos, creo que no supone que estemos desprestigiando o infravalorándolos. Casi sin darme cuenta  te encuentras extrañamente feliz. Feliz sin hacer nada especial, sin conseguir un contrato extra contigo mismo. Hay, lo veo así, un perdón en ese momento en el que el recuerdo te conquista con cariño, saltándose la idea de que hay un principio y un final perfecto para todo. Ahí el cierre con el recuerdo, con el pasado, creo que es sincero y pacífico.

Que tengáis el mejor de los 2014 posibles.


2 comentarios:

  1. Qué bueno, Juan. Sí, quizá todos hemos soñado alguna vez, al encontrarnos con escenarios o personajes del pasado, con reescribirlo para que todo sea como habríamos querido de que fuese. Ahí tenemos al pobre Alvie Singer (Woody Allen), dirigiendo en una sala de ensayos a dos actores que representan una escena de ruptura y reconciliación de la obra teatral que ha escrito y semejante a la que ha vivido él, con la diferencia de que en su caso, la reconciliación nunca existió. Ahí están los protagonistas de Eternal Sunshine of the Spotless Mind (me niego a llamarla por el espantoso título con que la tradujeron al español), implantándose y arrancándose recuerdos para soportar el dolor de las rupturas y vivir la realidad como si el pasado nunca hubiera existido. Y ahí tenemos a David, el niño robot de Inteligencia Artificial, quien al final de la película (SPOILER), y gracias a la tecnología extraterrestre, puede pasar un día con su madre tal y como a él le hubiera gustado pasarlo; es decir: sintiéndose querido por ella. De los tres, ésta es la historia que más me conmueve: David es un niño, y en su elección de reescribir el pasado no existe la amargura de Alvie o de los olvidadizos de Eternal Sunshine... Está sólo su completa entrega de sí mismo al momento, su amor por el regalo que se le ha concecido, su inocencia absoluta.

    En cualquier caso, sí, se trata de tres trampas; cuatro, con las de Solaris y Blade Runner. Trampas atractivas pero muy dañinas. Aprender a dejar pasar y quedar en paz con el pasado es muy, muy difícil. Aceptar que las cosas son. Y que son como son. Y abrazarlas.

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    1. ¡Hola Carlos!

      Estoy de acuerdo: esa reinvención del pasado es solo posible en la ciencia ficción, en la recreación teatral y forzada de un Woody Allen, en una fantasía. Un ideal, una "idea loca" por tanto. En este sentido, por seguir con pelis, cito libremente a Cobb (DiCaprio) en "Origen" de Nolan: "una idea es como un virus, es altamente contagiosa. La pequeña semilla de una idea puede llegar a definirte o a destruirte"

      Quedar en paz con el pasado, y abrazarlo, casi nada, sí. Y muy bueno cuando ocurre :)

      Muchas gracias por continuar con otros ejemplos en el cine de estos temas, por compartir lo que sabes, por tus palabras todas.

      Abrazo ahora para ti,
      Juan

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