La posición donde estoy



22 de febrero de 2016


Piero Manzoni, Base mágica, 1961

Hoy he hecho un STOP. No es solo que me haya parado físicamente, también lo he hecho acompañando a ese detenerme en el espacio con una pausa en mi cadena de pensamientos. Me refiero a parar a esa charla, más bien monólogo, que hay en la cabeza que se ocupa de ir relatando -y juzgando- todo lo que estás haciendo, justificar o criticar -juzgar de nuevo en fin- lo que has hecho, e ir pensando en los siguientes pasos de que ocuparte en el futuro: cuando termine esto tengo que llamar a esta o al otro, y ahora a empezar con aquello que tenía pendiente, responder a ese correo, ir a comprar, en medio quizá retomar...

STOP.

Y me hago las preguntas. ¿Qué piensas? ¿De qué te (pre)ocupas? ¿Cómo te sientes, qué emoción hay,? ¿Qué te duele, qué zonas están más tensas y qué otras más relajadas? Cómo estás respirando? Mientras me hago estas preguntas, me doy cuenta cómo la cabeza intenta interferir proponiendo respuestas que se adecuen al relato que te estabas contando antes del STOP, procurando en definitiva darle al play otra vez y seguir con esos pensamientos, evitar precisamente el pararse. Descubro entonces con esos STOP muchas cosas, como que esas cadenas de pensamiento lo único que hacen es alimentar una emoción; por ejemplo, si estoy enfadado cualquier mínimo detalle de la calle, la gente, los horarios o el tráfico me molesta, y aunque puede que corporalmente ya no esté enfadado la queja constante de la charla de mi cabeza hace que siga enfadado; igualmente, si he tenido una idea brillante, me regodeo en las fantásticas aplicaciones futuras que tiene y en cómo todo mejorará desde entonces... mientras sin darme cuenta por ese cuento feliz que me hago desde la cabeza he ido caminando hasta llegar casi al borde de un precipicio... Así que sigo preguntando para responder con lo que tiende a salir de manera natural, sin filtrar, sin meter mente. ¿Cómo estás? En definitiva, estoy preguntando por la posición: ¿dónde estás?

El visitante Oscar Melano, convertido en escultura viviente al posar sobre una base mágica de Manzoni, 1968 [fuente: http://maxxisearch.fondazionemaxxi.it]




























Lo curioso es que esas respuestas que daba la mente, la que intentaba evitar el parar y confrontar lo que realmente estaba sintiendo, son siempre las mismas: son pensamientos que confirman la imagen que muestras ante ti y ante el mundo. Es tu forma habitual de pensar, tu tendencia, que no es natural sino robotizada, automática, porque intentas usarla independientemente de la situación  real y concreta que en ese momento estás viviendo.

Creo que eso ocurre porque has tomado una posición desde la cual interpretas el mundo y te dices: si el mundo es así, yo seré de esta manera -métase donde dice "así" lo que se quiera, por ejemplo "si el mundo es malo yo seré un niño bueno para que me dejen en paz y no me hagan daño"-, la cuestión es que esa posición es rígida, a no ser que tengas una crisis importante nada te lo hará cambiar. Eso genera un pensamiento igual de rígido, por mucho que en nuestra mente lo disfracemos de que somos una persona "flexible" o "espontánea", es parte de la imagen, del cuento que contamos y nos contamos. 


David Foster Wallace, 2005

David Foster Wallace, en una charla que dio a los graduados de artes liberales de Kenyon en el 2005, habla de que esta forma de pensar es una configuración por defecto -default setting- que cada uno de nosotros llevamos. Una selección de esa charla la podéis ver aquí, en un video que aunque edulcorado lo recomiendo para conocer lo esencial de su speech. El autor hace en este discurso un análisis sarcástico a la vez que sincero, muy desde su vivencia personal, de cómo funciona esa mente tramposa que no nos permite vivir la realidad si no es interpretándola desde la posición que haya elegido. El principal problema es que esa mente piensa que es el centro del mundo, y que todo lo que ocurre gira en torno a ella, pasa por ella, incluso ella es responsable de que todo tenga que funcionar. Habla también Wallace de cómo parándonos y poniendo conciencia -awareness- podemos elegir cambiar esa forma de pensar. Porque la mente en sí no es mala, ni buena, no va por ahí el tema. Solo es automática y cuando está en modo automático, eso sí, genera mucho sufrimiento. Por eso, se trata más bien de poner la mente a nuestro favor: la mente es un empleado excelente pero un amo terrible, dice Wallace, apelando al sentido común.

No es fácil, nadie dice que lo sea; lamentablemente, Foster Wallace de hecho perdió finalmente la partida con la mente y acabó suicidándose. En esta charla aún nos recuerda, aunque le cueste admitirlo -"no quiero hablar de la compasión ni de las virtudes", viene a decir- que la verdadera libertad pasa por salir de uno mismo, de la charla del ego, de la posición de la mente. Y ver a los demás viviendo en la misma realidad que el YO, más allá de sus juicios, comparaciones y de sus automatismos o configuraciones por defecto. Ser así más humano y menos máquina, más pendiente a lo que compartimos en lugar de si cumplimos o no los dictados o funciones de la mente. Es, lo decía también Wallace, el trabajo de toda una vida.

y todo con la simple conciencia; consciencia de lo que es tan real y esencial, tan oculto y a la vista de todos nosotros