Soñar la vida


17 de agosto de 2014


Dos amigos se miran frente a frente, en silencio. Un momento sagrado.

Hay veces en que te despiertas y notas que estás atrapado haciendo uno con la cama, el sueño de esa noche ha sido especialmente denso y pegajoso, pareces estar en una tela de araña de la que no se puede escapar, igualito que en el video clip de Lullaby de The Cure. Otras veces, te despiertas y te levantas sin ningún tipo de problemas con una agradable sensación que al mismo tiempo lleva un cierto matiz de melancolía, un poco como esta canción -por cierto en la banda sonora de El Cambio- porque lo que has soñado ha sido tremendamente claro, como se dice también, lúcido. Ese sueño, que es suave, dulce, blando, se te ha quedado con la intensidad de un recuerdo, como cuando percibes un olor y te transporta a una sensación o experiencia vivida. Son sueños en los que incluso parece que te enamoras de alguien, donde descubres que quizá sientes algo por otra persona.

Puede pasar, sin embargo, que no te despiertes. Irías vagando entonces de sueño en sueño, sin volver nunca más a volver a eso que se llama vigilia o realidad. ¿Cómo sería eso? ¿Y si estamos dormidos? Este es el planteamiento de una película que vi hace algunos años llamada Waking Life, en español, Despertando a la vida. Hace poco, hablando con Manolo T., intentaba recordar cómo llegué hasta ella y la verdad es que no consigo hacerlo. Es una película de Richard Linklater, el de A Scanner Darkly, y posiblemente fue a través de esa última peli como me enteré de la existencia de Waking Life. Las dos películas están realizadas con una peculiar técnica, entre lo digital y lo artesanal, llamada rotoscopia, consistente en reemplazar los fotogramas de la grabación con actores y escenarios reales por dibujos calcados de los mismos fotogramas. Es decir, primero hay que hacer la peli y después digamos que dibujar sobre ella. El efecto que produce es el de inestabilidad, una realidad siempre cambiante, que en Scanner Darkly venía a cuento para recrear el estado alucinatorio que pueden producir algunas drogas y que en Waking Life, bueno, se acerca a esa situación aparentemente real pero inconstante que es el sueño.


El anónimo protagonista rotoscopiado, viendo una peli en un sueño...


En la película mientras un personaje está hablando su rostro puede estar continuamente transformándose -se le agrandan los ojos, cambia el color de la ropa, etc.-, cuando no la propia habitación donde tiene lugar la escena, con las paredes moviéndose sutil pero constantemente, o los objetos o el propio personaje flotan de repente... A veces, directamente se cambia a los dibujos animados puros y duros. Esta técnica permite así una libertad que nos remiten a situaciones muy "de sueño".  

Moviéndose en estos irreales escenarios, con una música de tango a lo Piazzola también muy cambiante, el chico que protagoniza la película se da cuenta que va pasando de un sueño a otro sin lograr despertarse. Soñando que sueña, va encontrándose con personajes de todo tipo que reflexionan sobre grandes temas existenciales, conceptos filosóficos de alta cultura que el chico intenta asimilar, simplemente escuchando. Son temas como el libre albedrío, el poder de la elección, la voluntad de Dios, el papel de la revolución, la falta de vida contra la abundancia de vida -¿cuál es la característica más universal de los humanos? ¿El miedo... o la pereza?- el ataque al sistema, la teoría contra la práctica, la evolución en la Tierra... son todos monólogos muy intelectuales, muy enrevesados incluso, que se le ofrecen al chico para intentar entender su situación. Más bien, la situación general, a través de lo que él está viviendo, de qué puede significar eso de realidad y estar vivo.


La sala de espera [Fuente: weheartit.com]


De hecho, me gusta que el chico no hable: parece que intenta solo comprender, sin intervenir. Hay un momento de la peli, en el que ya empieza a escuchársele la voz, que es cuando visita a unos tipos que le indican un poco cómo controlar los sueños. Sabiendo que estás soñando, le dicen, ellos pueden de algún modo pilotar los sueños y elegir lo que quieren hacer. Le dan trucos como por ejemplo encender y apagar luces eléctricas ¡eso no falla!, le aseguran. Solo que él lo hace en esa misma habitación y no funciona y de nuevo empieza a volar, es decir, está aún soñando. Como el protagonista le dice después a una chica con la que se cruza en los momentos finales, ya consciente de que no puede hacer nada para cambiar su situación: ¿qué se siente al saber que eres un personaje de un sueño? El encuentro final es por cierto con el propio director de la peli, Richard Linklater, lo cual destroza todavía más los límites entre realidad y ficción, personaje de la película y actor de sueños, es muy bonito, y aunque la peli se puede ver perfectamente a fragmentos, al carecer básicamente de linealidad, sí que hay una evolución del personaje y prefiero no desvelar esa conversación final para quien no haya visto esta extraña película.


La chica que quiere ser más humana


En un deseo de una vida más vivida, más auténtica, los sueños nos enseñan que no podemos controlar la realidad. Podemos vivir con esa ilusión, perfectamente. Por supuesto solo es eso. Una ilusión. Un sueño.

Feliz verano y felices sueños.