Devolver la unidad del mundo


25 de julio de 2016



En un tiempo previo a la historia, milenios antes de la existencia del ser humano, Pangea suponía la única superficie de tierra que sobresalía de los mares. El hecho de que muchas plantas son endémicas de zonas del planeta hoy muy distantes se puede explicar por el hecho de que, precisamente esas regiones que actualmente se encuentran separadas por océanos, originalmente se encontraban unidas. Así ocurre con especies como los Podocarpus, un genero de coníferas ampliamente extendido por zonas templadas del hemisferio sur del globo; estos árboles son un auténtico fósil viviente que parece que existió ya hace unos 200 millones de años en Gondwana, uno de los dos súper continentes -el otro fue llamado Laurasia por los científicos- en los que se dividió Pangea y del que posteriormente surgirían Sudamérica, África, el Indostán o la misma Antártida. Ahí comenzó una separación que todavía hoy continúa.

Esa división tan artificiosa que los seres humanos hemos hecho de las cosas es negada constantemente por la propia naturaleza, con ejemplos como el de las plantas que acabo de nombrar. El mismo hecho de que hablemos de separación de continentes por la existencia de los océanos, nos hace olvidar que la vida continúan en la misma agua de los mares, agua de la que por lo demás surgió la propia vida. Que todo es una extensión, que todo está unido, es una idea que saben las plantas por experiencia pero que de todos modos a los humanos nos cuesta entender. 


Detalle de la tabla central de El Jardín de las Delicias de El Bosco. Según el historiador Hans Belting, este grupo de personas de diferentes colores, que están mirando hacia la tabla lateral del Paraíso Original donde aparecen Adán y Eva, se encuentran señalando su común origen. 

De esta manera de ver el mundo como un todo unificado se habló en la II edición que de los Diálogos en los jardines del Alcázar de Sevilla organizó Nomad GardenEl mundo es un jardín infinito, solo que nuestras mentes ya no lo ven así. Un paisajista y jardinero que en Nomad Garden gusta mucho, Gilles Clément, habla de cómo en algunos lugares elaborados por el trabajo humano, como puede ser un jardín histórico como el del Alcázar, podemos encontrar especies vegetales procedentes de rincones del planeta muy lejanos entre sí conviviendo; él habla en ese sentido de un Jardín Planetario, espacios pequeños donde reunir la mayor diversidad de especies posibles con el mínimo esfuerzo, al ser agrupadas por ser especies de condiciones climáticas similares. Así preservadas, como si de un Arca Vegetal, en lugar de la de animales de Noé, se tratase. Previamente, eso sí, ha sido necesaria una identificación de esas especies, un Índice Planetario, lo llama Gilles Clément.

La cuestión es precisamente esa, que muchas veces necesitamos un índice, una catalogación, un sistema, para recomponer un poco una realidad que a nuestras mentes humanas parece fragmentaria. Es entonces cuando comprendo que en el Paraíso existía la armonía porque todo se mezclaba sin límites, en un continuo: lo vegetal con lo animal, lo humano con lo natural, como en el Edén que describió El Bosco en la pintura de la que reproduzco aquí un detalle. Con el objetivo de recuperar algo de aquel equilibrio que percibimos como perdido, nos esforzamos en rescatar trocitos de ese orden, ensayando pequeños paraísos, recordando a veces lo que nos une. En un noble y esforzado intento de devolver la unidad del mundo.

Texto inspirado por un amigo, Heye J., del que hablaré en otra entrada.